miércoles, 16 de marzo de 2011

cerco contra el sida

Investigadores españoles del Hospital Clínic de Barcelona y del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer, han publicado en la revista PloS ONE un trabajo revolucionario en el tratamiento del SIDA. En concreto, han logrado descubrir qué factor común tienen el cinco por ciento de infectados por el VIH que nunca desarrollan la enfermedad, sino que consiguen mantenerla bajo control mediante las defensas naturales de su organismo.
Los investigadores sabían que estos “controladores de élite” –llamados así por su capacidad de controlar la enfermedad- no se infectaban aunque estuvieran expuestos repetidamente al virus, como los casos conocidos de prostitutas africanas que trabajaban en zonas de alta incidencia del VIH.
Las personas que se infectan pueden contar con una cantidad de partículas víricas de 500.000 copias por ml de sangre, que a los pocos días baja a 50.000, y que puede ser mantenida así con tratamientos farmacológicos. Sin embargo, los controladores de élite logran mantener el virus en unos niveles inferiores a las 50 copias por ml. Y de forma natural, sin tratamientos.
Lo que les diferencia son las moléculas alfa-defensinas 1-3, segregadas por el cuerpo, que impiden la progresión de la infección del virus sin necesidad de suministrarle antiretrovirales. Con su actividad impiden la replicación del genoma vírico e inactivan partículas ya formadas uniéndose a diferentes partes de su envuelta, con lo que dificultan que sea capaz de invadir nuevas células. Estas proteínas se producen en las células dendríticas, unas células del sistema inmune que forman parte de la primera línea de defensa frente a las infecciones.
Las células dendríticas de los controladores de élite son capaces de producir las alfa-defensinas a niveles diez veces superiores a lo normal. De esa manera, controlan el virus. Si no, el virus sobrepasa las defensas, como una inundación terrible sobrepasando los diques dispuestos. Los investigadores lo comprobaron midiendo la producción de este factor en las células dendríticas de personas sanas, de infectados por el VIH, y de los controladores de élite.
El objetivo ahora es estimular en los pacientes normales la segregación de las alfa-defensinas, hasta ponerlas en los niveles de los controladores de élite. Esto, de momento, se desconoce cómo hacerlo. La investigación continuará en esa dirección. Según la inmunóloga Teresa Gallart, “este factor es modificable, porque depende del número de copias del gen presentes en el cromosoma ocho”. Una de las formas de lograr una mayor expresión podría ser estimular al promotor de dicho gen, haciendo que la producción de las copias de los pacientes normales funcionase con un rendimiento mayor de lo normal. Como si le pusiéramos un turbo a un motor corriente.
Potenciar las células dendríticas podría tener repercusiones en otras enfermedades. Por ejemplo, se sabe que los pacientes que tienen una buena defensa ante el virus de la hepatitis C, también la tiene en el caso del sida.
Además, esta investigación tal vez arroje luz sobre aquellos casos de personas infectadas que no desarrollaban la enfermedad, y que son uno de los ejes de una corriente de pensamiento que plantea que el VIH no sea la causa del sida. Esta posibilidad, planteada por médicos como el virólogo de la Universidad de Berkeley Peter Duesberg, esgrimía a estos pacientes como prueba de su hipótesis, incluso algunos negaban la propia existencia del virus. Ahora, la facción científica ortodoxa puede explicar los casos anómalos buscando alteraciones genéticas de los pacientes, como la de las alfa-defensinas que hemos visto, u otras implicadas en diferentes momentos de la infección del organismo por el VIH.
Y es que hay un riesgo inherente en abrazar esta idea del negacionismo, y es la de que muchas personas infectadas mueran prematuramente por no someterse a ningún tratamiento.

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