miércoles, 27 de julio de 2011

De caza con los bushmen

Bueno, ya que escribo en el blog de pascuas a ramos -no os quejéis, bandidos, que me estoy dejando las cejas ya en una nueva novela-, voy a ir al grano y os voy a dar lo que queréis: sangre.
Porque la etnología está muy bien, sí, pero cuando pensamos en África y en bosquimanos, seguro que la imagen que tenemos en mente la mayoría es la misma: animales, supervivencia, caza.

domingo, 12 de junio de 2011

Un viaje en el tiempo.

Como ya adelanté en mi página de facebook -a la que, por cierto, podéis suscribiros con el botoncito de la derecha-, acabo de regresar de uno de los viajes más enriquecedores de mi vida: dos semanas en Namibia conviviendo con los bushmen, la población humana más antigua del planeta.



La intensidad de lo vivido, y no las más de diez horas de grabaciones de audio y casi cuatro mil fotografías que he traído del viaje, es el verdadero motivo de que me esté costando ordenar todos mis recuerdos. No obstante lo iré haciendo poco a poco y colgándolo en el blog, que para eso está, y para eso estáis. ¿No os parece?

domingo, 1 de mayo de 2011

Ni genético, ni radical.

Dos noticias han salido en estas últimas semanas que pueden hacernos recapacitar sobre lo que pensamos acerca de nuestra evolución. La primera viene de un estudio publicado en PNAS por Wil Roebroeks y Paola Villa, de la Universidad de Leiden y de la del Museo de Colorado, en Boulder. En él analizan el uso del fuego, uno de los logros más trascendentes del género Homo. Se estima que los homínidos africanos de hace 1,6 millones de años ya lo utilizaban de manera regular, e incluso hay quien retrocede hasta los 2 millones de años para vincularlo a cambios en nuestra dieta que nos permitieron desarrollar más nuestros cerebros –que consumen muchísima energía-, y a establecer el concepto de hoguera, en torno a la cual se habría favorecido el desarrollo social y la interacción intelectual de nuestros ancestros. En ese escenario, parecía claro que los humanos antiguos que se expandieron por Europa, y sobre todo por sus latitudes norteñas, bien frías, lo hicieron gracias al uso del fuego, que les permitió superar los rigores del clima. La sorpresa ha llegado con esta investigación, que ha analizado multitud de yacimientos europeos buscando evidencias de uso del fuego, como huesos quemados, restos de carbón, o sedimentos calcinados. Discriminando con pruebas micromorfológicas –no pregunten- entre lo que podrían ser restos de un incendio natural y lo que sería una hoguera humana, Roebroeks y Villa concluyeron que hasta hace unos 300.000 ó 400.000 años no se utilizó el fuego de una manera regular en el viejo continente.
Sin embargo, hay evidencias de que los homínidos se establecieron en la zona boreal hace ya 800.000 años.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Teletransporte del ADN en nanoestructuras del agua.

Limitado por mis seiscientas palabras, sólo puedo descubrirme ante el estudio en el que está implicado actualmente el doctor Luc Montagnier, conocidísimo por sus estudios sobre el VIH.
Ha encontrado que el ADN puede teletransportar su información; que el agua puede recoger ésta y acumularla; que es posible que varias enfermedades crónicas, como el Alzheimer o el párkinson, estén provocadas por microorganismos; y ya de paso, como corolarios de su estudio, podemos extraer nuevos tratamientos contra el SIDA e incluso plantearnos si enfoques terapéuticos como el uso de cristales, o la homeopatía pudieran tener efectos mensurables y racionales.

La segunda en pocos meses...

¿Recuerdan aquella frase de Carl Sagan, que decía que “afirmaciones extraordinarias requieren siempre de evidencias extraordinarias”? Pues sigue de plena vigencia, máxime cuando se tocan temas que, aún entre la razonable comunidad científica, son tabú.
A primeros de diciembre del año pasado, la astrobióloga de la NASA Felisa Wolfe-Simon realizó un descubrimiento singular en el Mono Lake de California: una bacteria capaz de sustituir felizmente el fósforo de su organismo por arsénico, en todas y cada una de sus estructuras, cuando el fósforo estaba ausente en su medio de cultivo. Incluso osaba hacer algo que lo ponía en oposición al resto de seres vivos del planeta: incorporaba al arsénico hasta en su ADN, lo que la situaba fuera de la universalidad del código genético terrestre conocido, y de facto la convertía en una nueva forma de vida. Y, ¡ay!, de nada le sirvió entonces a Wolfe-Simon el respaldo de la NASA,

Notición: una nueva forma de vida descubierta... en nuestro propio planeta.

Como si de un estreno cinematográfico se tratara, la NASA anunció con días de antelación que el dos de diciembre haría pública una noticia que tendría gran repercusión en lo que al hallazgo de nuevas formas de vida se refiere. Inmediatamente surgieron cientos de especulaciones al respecto, desde los que creían que por fin saldrían a la luz pruebas irrefutables de vida extraterrestre, aunque fuera microbiana, hasta los que opinaban que solo era una maniobra orquestada por el gobierno de los Estados Unidos para desviar la atención de la bomba mediática del caso “Wikileaks”. Por fin la noticia de la NASA fue publicada, y comparada con las expectativas, pareció decepcionante.
Hasta que es estudiada en profundidad.

De nuevo... “madame X”.

Hace ya unos meses anticipábamos lo que podía ser un descubrimiento mayúsculo: el hueso de un dedo humano, datado en unos treinta mil años de antigüedad, que había sido encontrado en una cueva de la cordillera Altai, en Siberia, llamada Danisova. Unos restos estupendos... que no correspondían ni a neandertales ni a humanos modernos. El hallazgo se apoyaba en el análisis de su ADN mitocondrial, realizado por Svante Päävo, del instituto Max Plank, y constituía un hecho importante, aunque no definitivo, para ratificar lo que se sospechaba: que estábamos, ni más ni menos, ante una nueva humanidad.
Ahora, nuevos análisis de su ADN nuclear, efectuados por Päävo y por David Reich, de la Universidad de Harvard, lo confirman sin lugar a dudas: los restos encontrados en Danisova corresponden a una nueva rama del género Homo, vinculada con los neandertales pero diferentes a ellos. De momento, y de manera provisional, han sido bautizados como “Los homínidos de Danisova”.

Nagoya y la sexta extinción.

Parece el título de una novela, pero no se crean: dentro de unos años, espero, el nombre de esta ciudad japonesa les sonará tanto como el de Kyoto.
Parece que opina igual el representante francés en la Convención de Diversidad Biológica de la ONU que acaba de celebrarse allí: “Hemos hecho lo que se hizo en 1997 en Kyoto sobre el clima: es la etapa en la que se reconoce políticamente la importancia del tema". Una importancia que, mal que les pese a los políticos que se han tenido que poner de acuerdo para sacar adelante la convención, es real y alarmante. “Estamos al borde de una gran extinción, y la existencia de ecosistemas sanos es la base del desarrollo humano. (...) Sólo entre los primates, el 49% de las especies está en peligro de extinción” –dijo Russ Mittemeier, presidente de Conservation International-. “Nos acercamos al punto crítico. (...) Después, la pérdida de biodiversidad será irreversible” –Ryu Matsumoto, ministro de Medio Ambiente de Japón-. Y ambas declaraciones son más que moderadas, pues no es que estemos a las puertas de una extinción en masa como la que arrasó con los dinosaurios, sino que en este mismo momento, la tasa de desaparición de especies es entre cien y mil veces más rápida de lo normal en el planeta. Ya estamos inmersos en ella. Y además esta vez no se trata del impacto de un asteroide, sino que somos nosotros los únicos responsables: la destrucción de ecosistemas por nuestras actividades es la causa principal de la desaparición de especies.

Gliese 581g: otro mes mirando al cielo.

Y por buenas razones: se ha descubierto el primer planeta fuera del Sistema Solar, a 20 años luz de la Tierra, con todas las características necesarias para ser habitable. De hecho, uno de sus descubridores, Steven Vogt -astrónomo de la Universidad de Santa Cruz en California-, piensa que la probabilidad de que contenga vida es de prácticamente el cien por cien.
Conocemos ya algunas de sus características: un suelo rocoso, agua líquida, temperatura adecuada y una gravedad compatible con la vida. Todo en los alrededores de la estrella Gliese 581 –el planeta se llama Gliese 581g-, que además de éste tiene a otros cinco planetas orbitando en torno a ella. No es una copia de la Tierra, sin embargo. Su masa es tres veces mayor y su “año” es de solo treinta y siete días. Tiene además la particularidad de que una de sus partes está permanentemente iluminada, y la otra siempre en sombra. La parte más apta para ser habitada es precisamente la interfase, a la que los investigadores han designado con el extraño nombre de “terminator”. En su entorno los organismos podrían -¿han podido?- encontrar un amplio rango de condiciones óptimas para el desarrollo.

Vida extraterrestre... otra vez.

No sé si es que el verano es la época ideal para lanzar noticias que nos inciten a soñar, o si es que las autoridades competentes -si es que las hay-, saben algo que nosotros desconocemos y quieren que nos vayamos preparando poco a poco, pero lo cierto es que el mes de agosto, cuyas noticias comentamos en este número, ha sido especialmente rico en cuanto a referencias a vida extraterrestre se refiere.

La energía del futuro: magnesio.

El profesor Takashi Yabe, investigador del Instituto Tecnológico de Tokyo, está buscando socios financieros para una planta experimental que pretende, si es viable, cambiar los combustibles fósiles de los que se alimenta nuestra sociedad por algo bien distinto: magnesio extraído del mar, donde las cantidades de cloruro de magnesio son casi ilimitadas.
El proyecto del profesor Yabe prevé evaporar el agua con un técnica especial y transformar después el cloruro de magnesio en óxido, y posteriormente en magnesio refinado, utilizando para ello un láser de inyección de energía solar –tecnología absolutamente puntera desarrollada por su equipo-, que es capaz de convertir la luz del sol en energía láser mediante lentes Fresnel. En un motor que también han creado ellos –en colaboración con Mitsubishi-, y al que han llamado MAGIC (por “Ciclo de Inyección de Magnesio” en inglés), el magnesio en polvo reacciona con agua a temperatura ambiente y se produce un vapor muy energético e hidrógeno, que es quemado a su vez para producir más vapor. Los únicos residuos finales de toda la reacción son agua y óxido de magnesio, que puede ser reciclado de nuevo con otro pulso del láser a 4000 ºC. Pero lo que no asoma en todo el proceso es ni pizca del temido dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero.

La revolución genética... todavía.

Estamos de aniversario: hace poco más de una década, el 26 de junio del año 2000, se publicó el primer borrador completo del genoma humano. El consorcio internacional –el famoso Proyecto Genoma Humano-, le gana entonces la carrera por los pelos a Craig Venter, que con su empresa Celera Genomics pretendía secuenciarlo y publicarlo primero con la idea de patentar esa información. Había mucho en juego: como dijo Bill Clinton, el hito suponía «una revolución en el diagnóstico, prevención y tratamiento de la mayoría, sino de todas, las enfermedades humanas».
Pero sin embargo, y aunque es cierto que aquel estudio supuso un punto de inflexión, parece que sus aplicaciones prácticas aún tardan en llegar a nuestras vidas cotidianas. En una encuesta que hizo al respecto Nature, un 90% de los científicos dijo que su trabajo se había visto beneficiado significativamente por la secuenciación del genoma humano, pero sólo el 20% consideraba que esos avances habían llegado también a la medicina.

Entre Frankenstein y Robocop.

Los titulares han sido variados después de la presentación de último éxito de Craig Venter: “La célula sintética”; “Crean la primera célula artificial”; “No se trata de vida nueva”. Los matices del experimento son muchos y la prensa ha tenido que consultar con expertos genetistas para poder ponerlo en claro. Y ¿cual era el correcto? Pues prácticamente todos, porque el equipo de Venter ha conseguido sacar adelante una bacteria híbrida, cuyo cromosoma es una copia del de otra, pero que se ha sintetizado totalmente in vitro, empleando poderosos ordenadores y productos químicos.
Esta mezcla de biológico y sintético, y el lograr que ese puzzle armado con partes de diferentes organismos consiga vivir, hace que este nuevo organismo al que han bautizado como Mycoplasma mycoides JCVI-syn1-el sobrenombre “JCV” corresponde al nombre de John Craig Venter-, pueda considerarse como algo intermedio entre Frankenstein y Robocop. Aunque otros lo califican de Golem.

en boca cerrada

...no entran UFOs. O que dejemos de mandar señales al espacio proclamando que estamos aquí, no sea que al final acabe viniendo alguien a visitarnos. Y esto lo acaba de decir ni más ni menos que un científico de la talla de Stephen Hawking.
Lo que algún cretino ha interpretado como un síntoma temprano de senilidad, es un razonamiento coherente y cargado de sentido común de alguien a quien cuyo cerebro matemático “sólo los números le hacen creer que la existencia de los extraterrestres es perfectamente posible”, como anuncia en una reciente serie de documentales de televisión que está generando titulares en medio mundo. Para Hawking, la posibilidad de vida inteligente en otros lugares del Universo es perfectamente racional. Y destaquemos lo de inteligente; porque aunque muchos científicos admiten casi con rubor la factibilidad de vida microbiana en otros planetas –bacterias en Marte, microorganismos en cometas o asteroides, teoría de la panspermia-, la posibilidad de que esas formas de vida evolucionasen hacia formas más complejas, pluricelulares, que desembocaran en organismos como nosotros mismos, les parece algo tan exótico y audaz que rápidamente se desmarcan de tal posibilidad y vuelven corriendo al redil de lo ortodoxo. Y lo cierto es que desde un punto de vista biológico, con tiempo suficiente dicha transición parece poco menos que inevitable. Hawking continúa su razonamiento planteando que una civilización extraterrestre desarrollada y tecnificada –al menos lo suficiente como para recoger nuestras señales y descubrir que estamos aquí-, será probablemente una consumidora neta de recursos. Y que por tanto, y suponiendo que sean también formas de vida basadas en el carbono para las que los recursos de nuestro planeta sean compatibles, posiblemente nos vería como una apetecible fuente de materias primas. El contacto, de esa manera, sería algo así como el desembarco de los españoles en el continente americano, algo que no resultó demasiado favorable para los indígenas.

El hueso de la suerte

Si he de serles sincero, en cuanto ví esta noticia pensé que ya tenía candidata para Mirando al Pasado. Pero creo que es tan sugerente y puede tener tantas implicaciones, que merece la pena darle un poco más de espacio.
La historia comenzó de la manera más discreta, con el hallazgo de un pequeño huesecito en un yacimiento de fósiles de una cueva perdida de Siberia. Un trocito de un dedo, que investigadores rusos recogieron en la campaña de investigación del verano del 2008, y que por considerarlo uno más de los restos de neandertales que estaban desenterrando, fue almacenado.
Hasta ahora, momento en que se estudia y la historia deja de ser discreta, porque es posible que ese resto pertenezca a una nueva especie de homínido.
Un nuevo humano, nada menos.

cerco contra el sida

Investigadores españoles del Hospital Clínic de Barcelona y del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer, han publicado en la revista PloS ONE un trabajo revolucionario en el tratamiento del SIDA. En concreto, han logrado descubrir qué factor común tienen el cinco por ciento de infectados por el VIH que nunca desarrollan la enfermedad, sino que consiguen mantenerla bajo control mediante las defensas naturales de su organismo.
Los investigadores sabían que estos “controladores de élite” –llamados así por su capacidad de controlar la enfermedad- no se infectaban aunque estuvieran expuestos repetidamente al virus, como los casos conocidos de prostitutas africanas que trabajaban en zonas de alta incidencia del VIH.